BASADO EN UNA HISTORIA REAL... (I))

Finales de junio en Madrid. Infierno urbano, calor asfixiante, y una tarde de locura. De psiquiátrico. En mi oficina, el teléfono no ha dejado de sonar: requerimientos, deudas, pagarés devueltos, amenazas…
-¿Señor Rios? Si, espere por favor le paso…
-¿Señor Rios? Le llamo del gabinete de asesoría jurídica de nuestra empresa sobre el pago pendiente, para informarle que estamos iniciando los trámites para ejecutar el embargo…
-Si, su secretaria ya me informó ayer, lo sé, pero es que el director de la sucursal esta fuera por viaje de negocios, y hasta que no vuelva no puedo…
-Ya, ya, si yo le entiendo, pero es que asesoría jurídica nos insiste en que este pago no admite más demora, Señor Ríos. Si no se satisface en 48 horas se procederá al requerimiento de embargo bancario…
-Pero… ¿y los pagarés que les envié?
-No ofrecen suficientes garantías, Señor Ríos, ya tiene usted un precedente de pagaré devuelto…
-¿Puedo ir a hablar con ustedes mañana a primera hora?
-Consultaré con el Señor de la Vega, a ver como tiene su agenda. Le llamo en una hora…
Mi abogado, como de costumbre, no coge el teléfono. Nuñez, el empleado bancario que siempre me pide que le llame al móvil, por enésima vez, esta apagado o fuera de cobertura. Suena otra vez el teléfono.
- ¿Ríos? Soy Ruiz Guirado, de la financiera…
- Si, si, ya se que no se ha hecho el pago, a mi tampoco me han pagado…
-¡Joder! ¿y que quieres que haga entonces?, mira, ya estoy harto de tu gestor y de tu abogado que nunca puede reunirse con nosotros, esto ya me parece una tomadura de pelo ¡yo tenía que haber cobrado esto hace cuatro meses!
-Ya lo se, pero haz el favor de no gritar…
-¡¡Si no grito, joder!! hablo claro, esto lo tienes que arreglar ya o nos vamos a tener que ver en los tribunales…

Tras la tanda de explicaciones habitual, cuelgo el teléfono. Me siento en la butaca y una vez más, tras secarme el sudor, vuelvo a preguntarme: ¿Cómo pude ser tan imbécil como para pagar 600 euros por un aire acondicionado que se estropea tres veces al mes…?
Iba a hacerme la siguiente pregunta acerca de cómo podía haber sido igualmente tan estúpido como para pagar tres reparaciones… pero una vez más, volvió a sonar el teléfono. Y en la pantallita verde fluorescente del nokia apareció un nombre infinitamente más terrorífico que el de mis acreedores, proveedores o abogados: “Julia”
No. Julia, por favor, hoy no. Esta tarde no. Hace dos años que ya no soy tu marido ¿verdad…?
Ignoré la llamada.
Más aún, apagué el ordenador, apagué el móvil, cerré los ojos, e intenté relajarme al menos por unos instantes. Notaba una presión electrizante en la sien, y noté que se me movía involuntariamente un músculo del antebrazo.
Respiré hondo durante unos minutos. Al cabo de un breve intervalo de tiempo, me sentía menos tenso, pero notaba una rigidez en la nuca terrible. Sentado en la butaca, traté de poner en orden mis ideas y de encontrar alguna solución a los requerimientos de embargo, impagos, juicios… pero en esas condiciones, todo era inútil. Todo se me hacía un lío en la cabeza que me resultaba imposible desenmarañar.
Aquel infernal día de junio era uno de esos días en que todo se viene encima, todo es un callejón sin salida y todo se vuelve tan difícil que la tentación de tirar la toalla y abandonarlo todo se hace muy difícil de resisitir. Al borde del colapso nervioso, harto de exprimir el cerebro en busca de soluciones, harto de co
ntestar al teléfono, harto de pedir más y más plazos para buscar la forma de arreglar los impagos, las deudas, etcétera, etecétera, etcétera… decido anunciar una tregua a mi sistema nervioso y bajar al bar a intentar relajarme y poner en orden mis ideas con un bourbon con coca-cola en la cafetería que había en la planta baja de aquel vestusto edificio de oficinas del barrio de Argüelles en Madrid.
Esa suerte de confidente, amigo, padre, psicoanalista o cómplice que suele ser el camarero del bar al que sueles ir con cierta frecuencia, decide servirme mi copa sin darme apenas conversación. Adivina en mi rostro que no estoy para mucha cháchara. Bebo un largo sorbo de Jack Daniels y doblo hacia atrás la cabeza, intentando aplacar los nervios que se precipitan hacia mi nuca. Mmmmm… leve alivio.
Un segundo sorbo. Me siento mejor… poco a poco, pero me siento mejor.
En la cafetería-bar hay un televisor que en ese momento tiene sintonizada la MTV. Una cadena musical que en esa época no es ya sino una versión bien decorada de la”teletienda” de la industria del disco. Sin embargo, en medio de todo el agobio, todas las preocupaciones, todas las discusiones a gritos por el teléfono, escucho una música que inmediatamente me resulta familiar. Y unas frases que reconozco al instante y que me arrancan la primera sonrisa del día.
If I could stick a pen in my heart…”
He visto más de cinco mil veces a lo largo de toda mi vida ese video-clip. Es “It´s Only Rock´n´Roll”, con los cinco Rolling Stones vestidos de marineros, apretujados en una cápsula de plástico que se llena de espuma al final de la canción, con el pobre Charlie Watts asfixiándose. Con Mick Jagger luciendo uno de los lujosos collares de su mujer Bianca, con Keith Richards mostrando en un fenomenal contraste los restos de su dentadura podrida, con Mick Taylor diciendo adiós con sonrisas quizá forzadas, quizá sinceras y con Bill Wyman –como siempre- limtándose a figurar y a dejar entrever que después de todos estos años, aún no sabe que es lo que pinta allí. Lo puedo explicar fotograma a fotograma, me lo sé de memoria y lo he visto, repito, miles de veces. Pero esa tarde… ese ridículo intento de clip, a años luz de la sofisticación y post-producción de los clips que los Stones harían en los 80 y en los 90, me salvó la vida.
Si. Así, como lo escucháis. El “It´s Only Rock´n´Roll” de los Rolling Stones, en el sobadísimo video de 1974, me salvó la vida aquella tarde.
Podría ser esa afilada guitarra con la que se abre la canción. Podría ser la voz de Jagger. Podría ser la atmósfera de desenfado, transgresión y burla que tiene todo el clip. Podría ser el mero hecho de que en ese momento de desesperación, apareciesen, a modo de salvavidas, los Stones.
O nada de eso… o todo a la vez.
Lo unico que puedo decir es que esa sensacion de nudo en la garganta desapareció. Que en los pocos minutos que duró la canción, todo el desánimo y toda la pesadumbre que me tenía atenazado, se transformó en una sonrisa que no tardaría en llegar a ser una reconfortante carcajada, imposible de disimular tras volver a ver, por enésima vez, a Charlie cubierto de espuma, a Keith muerto de risa, a Mick saltando frenéticamente al ritmo del estribillo… y todos diciéndome que sólo era Rock´n´Roll.
Reconfortado, revivido, toda la incertidumbre y el agobio que me tenían nervioso, preocupado y deprimido se convirtieron en una inyección de optimismo que me hizo beber el resto de mi copa de un trago y pedir otra para celebrar la metamorfósis. De pronto, empecé a pensar, a encontrar soluciones a los problemas, a ver clara la salida del laberinto, a decirme: bueno ¡Basta ya! ¿es que no te has visto en una como esta antes?
Y tuve la íntima convicción, la certeza de que de algun modo, sobrenatural tal vez, de que los Stones me habían dicho: ¡Venga! ¿Vas a arrugarte ahora? ¿Es que te has olvidado de que todo esto es solo Rock´n´Roll?
Y de que algo, no se el qué, había puesto ese video en ese momento en ese lugar para decirme: ¡Espabila! ¡Esto es Rock´n´Roll!
Era como si hubiera sentido su aliento detrás de mi. Como si hubieran acudido al rescate.
A partir de aquella tarde, muchos de aquellos problemas se solucionaron. Recobré la fuerza para enfrentarme a aquella catarata de dificultades y trampas, encontré las soluciones y al final, salí de aquello con vida. Aunque contarlo con detalle, ya es otra historia.
Pero es la misma historia que me ha hecho sentirme mejor esta noche. Y la misma sensacion que me ha llevado, por fin, a poner en un papel la historia que tantas veces me había prometido a mi mismo contar de un Jack Daniels con coca-cola en Rodríguez San Pedro 2, Madrid, con los Rolling Stones haciendo “It´s Only Rock´n´Roll”.


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